Logo

Día Sexto

MISERICORDIA DE CRISTO NUESTRO SEÑOR PARA CON LOS PECADORES.

CONSIDERACIÓN

De todas las miserias que al hombre afectan sobre la tierra, ninguna es comparable con la desgracia llamada “PECADO”. Porque el pecado, sobre todo el pecado mortal, es la mayor de las desgracias y el único verdadero mal que el hombre debe temer. ¡Oh mi Dios, fuente de luz y de verdad! derrama sobre el pecador los rayos de tu gracia y dale a conocer el infelicísimo estado en que se encuentra. Ha perdido el tesoro mayor que todas las riquezas del cielo y de la tierra, la gracia y amistad de su Dios: ha echado de su corazón al Espíritu Santo, poniendo en su lugar al espíritu del mal; perdida la gloria y dignidad de los hijos de Dios, sufre la más dura esclavitud del demonio; los ángeles y santos del cielo no lo reconocen ya por hermano y el infierno lo llama a su abismo. ¿Cómo es posible que viva el pecador alejado, abandonado y lo que es más hasta odiado por su padre Dios? ¿Cómo puede vivir sumergido en un mar de amarguras y de remordimientos que desgarran su corazón? ¿Cómo no se confunde y se aflige al verse tan desnudo de méritos, que no tiene siquiera una sola obra para la vida eterna? ¿Cómo no se horroriza y espanta al contemplar a su pobre alma, lejos del cielo, pendiente del frágil hilo de la vida, pronta a precipitarse en el eterno abismo del infierno? Y sin embargo iOh pecador! duermes sin cuidado, y emprendes negocios, y comes, y bebes, y hasta ríes y te diviertes apartando por completo tus ojos del miserabilismo estado en que te encuentras! Dime ¿dónde está tu fe? ¿Dónde está tu dignidad? ¿Dónde está tu razón? ¡Oh locura y ceguedad espantosa de los hijos de Adán!, ¡Quién me diera la luz y gracia del cielo, para con ellas disipar el corazón del pecador y ponerle en claro la tristísima situación en que vive!

Más lo que no conoce el hombre, lo conoció el Hijo de Dios y por eso, en la obra de la salvación del pecador y destrucción del pecado, más que en ninguna otra, derramó en abundancia los torrentes de su misericordia. Únicamente, movido de compasión por la miseria humana, causada por el pecado, aunque es el Hijo Eterno del Padre y de igual gloria con Él, se humilla, no obstante, infinitamente hasta aparecer en el exterior como un hombre ordinario; a pesar del odio que tiene por el pecado, a causa de su infinita santidad, no vacila en tomar sobre sí todas nuestras Iniquidades, de las cuales se ve cubierto como de un asqueroso vestido, cuya vista le causa un dolor inmenso todos los días de su vida. Y en el tiempo de su predicación ¡qué inefable misericordia nos manifestó nuestro Salvador para con los pecadores! ¿Quién no admira su benignidad y mansedumbre para con la Magdalena, su caridad y celo por la Samaritana, su clemencia y compasión con la mujer adúltera, su ternura con Pedro y su solicitud por Judas? El mismo pide hospedaje a Zaqueo, para convertir su corazón; come y bebe con los pecadores y publicanos; y a los que por esto murmuran de Él, dice que no ha venido a buscar a los justos, sino a los pecadores; y finalmente, SU amor y caridad para con el hombre pecador, lo llevará hasta derramar por él la última gota de su sangre en el infame madero de la cruz.

¡Oh hombre! si estás en pecado, a la luz de la fe reconoce el miserabilismo estado en que te encuentras y acógeme cuanto antes, por medio de una dolorosa confesión de tus culpas, a la dulcísima misericordia de tu Redentor, que tiende hacia ti sus amorosos brazos para recibirte y darte el beso de reconciliación, para blanquear tu alma más que la nieve y regocijada con su presencia, pero si sientes que tu alma tiene la gracia y la amistad de Dios, entonces da gracias a tu Salvador con toda la efusión de tu corazón, puesto que a Él debes esta felicidad y no dejes de pedir con fervor y con insistencia la salvación de los pobres pecadores.

Meditación

ORACIÓN

¡Oh misericordioso Jesús! Dígnate iluminar nuestros corazones con la lumbre de tu gracia, para que conociendo claramente la fealdad, y la malicia del pecado, nunca más lo volvamos a cometer, y, penetrados de compasión, no cesemos de rogar por los pobres pecadores. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

(Se rezan cinco Padrenuestros, en memoria de las cinco llagas de nuestro Señor, añadiendo a cada uno la jaculatoria: “Jesús mío, misericordia!” y se hace la petición).

Oracion Alabanzas Letanias Himno