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Día Segundo

MISERICORDIA DE CRISTO NUESTRO SEÑOR PARA CON LOS NIÑOS

CONSIDERACIÓN

¡Cuán hermoso es un niño, pero, al mismo tiempo, que digno de compasión. A través de aquel cuerpecito tierno y delicado, fácilmente descubrimos un alma verdaderamente angelical, revestida con los resplandores de la divina gracia. Aquellos ojos vivos, que brillan como soles, nos anuncian el fuego del amor divino que arde en sus corazones, el rostro sereno a la vez lleno de animación, nos da a conocer la pureza, inocencia y candor de aquella alma que exhala un perfume más grato que la más blanca azucena; la continua sonrisa de esos inocentes labios, revela el inefable gozo que el Espíritu Santo comunica a aquel corazoncito, en el cual tiene una morada más deliciosa que todos los cielos. Los niños son humildes, desinteresados, sinceros, agradecidos, generosos, compasivos y amantes de todo lo bueno por eso son naturalmente muy amables. Y si, quitando el ropaje del cuerpo, pudiéramos ahora contemplar la hermosura de su alma, juzgo que experimentaríamos tal gozo y alegría que haría desfallecer nuestro corazón.

A estos dulces sentimientos que causa en nosotros la vista de un niño, mezclando otros de orden muy diverso en el interior del hombre recto y piadoso. ¿Qué será de ese niño a la vuelta de algunos años? ¿Qué será de esa inocente alma que, como débil barquilla, va ser arrojada en el tempestuoso mar del mundo, cuando se vea envuelta en la impetuosa corriente de los pecados y los vicios reinantes? Quizá la frescura de esta fragante rosa será abrazada por el ardor de pasiones brutales! ¿Cómo esta inteligencia, ahora tan clara, podrá escapar de las tinieblas de tantos errores? ¿será posible se conserve intacta esa inocencia en medio de tanta corrupción y malos ejemplos? Esa paz y alegría ¿No vendrán a ser sustituidas por la punzante espina del remordimiento, fruto del pecado? Y, lo que es más, aquel corazón, ahora templo del Espíritu Santo ¿Vendrá a convertirse en inmunda cueva del mismo satanás? Ante estos pensamientos ¿quién habrá que pueda contener las lágrimas?

El amor y la compasión del Divino Salvador para con los niños, nos la ha manifestado con sus palabras y con sus obras. Quiere tenerlos cerca de sí y reprende a los que tratan de impedirlo; proclama que de ellos es el reino de los cielos; afirma que el que recibe a un pequeñuelo en su nombre, a Él mismo lo recibe; no quiere admitir a ninguno en su reino celestial, si no se humilla como niño; gusta de ser alabado por los niños y los defiende del odio de los fariseos; Él no quiere que a ninguno despreciemos, pues, dice, es tanta su dignidad que a cada uno ha destinado un ángel del cielo que le sirva de compañía y defensa; y, más aún, amenaza con los más terribles castigos a aquellos que se atrevan a escandalizados con su palabras y malos ejemplos. Además, pudiendo aparecer en el mundo en edad perfecta, prefirió dejarse ver como tierno niño, para probarles en su amor; es su voluntad que esas almas sean purificadas cuanto antes en el Sacramento del Bautismo; y al punto que llegan al uso de la razón, desea vivamente venir a sus corazones en la sagrada Comunión.

Mira, pues, cuánto es el amor, la compasión y el cuidado de Cristo Señor Nuestro para con los niños. ¿Quieres tener propició el Corazón de Jesús? ¿Quieres participar con seguridad de su misericordia…? Ama a los niños, ten compasión de ellos, no sólo en el cuerpo prodigandose el vestido y alimento; sino, sobre todo, en sus almas, cuidando de darles una instrucción y educación verdaderamente cristianas. Si eres superior o padre de esos niños, piensa con temblor que el Señor te pedirá muy estrecha cuenta de ellos, si por tu descuido o por tu mal ejemplo perdieran la inocencia y la salvación eterna; y, finalmente, quienquiera que tú seas, proponte siempre hacer cuanto puedas por ellos, y, en todo caso, respetar sus almas y sus cuerpos, como que son nada menos que los santuarios hermosísimos del Espíritu Santo.

Meditación

ORACIÓN

¡Oh Jesús mío! que con tus obras y palabras nos has declarado el amor y compasión que tienes a los niños, haznos participantes de la ternura de tu Corazón, para que ejercitando con ellos la compasión y caridad, consigamos sentir los preciosos efectos de tu misericordia. Que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

Rezar cinco Padrenuestros, en memoria de las cinco llagas de nuestro Señor, añadiendo a cada uno la jaculatoria: “Jesús mío, misericordia!” y se hace la petición.

Oracion Alabanzas Letanias Himno